Gumaro de Dios
Paulina Jiménez
A primera vista este libro no me atraía mucho porque mi última experiencia con un libro similar había sido muy desagradable.
Liberándome de mis prejuicios comencé a leerlo y sin más me di cuenta que era un libro muy diferente a los demás, a pesar del argumento similar, ésto no era una queja contra toda la sociedad actual y sus defectos, sino esas partes oscuras que la sociedad estaba permitiendo salir.
Me fascinó la primera referencia de Bares a la distancia que hay entre las generaciones y los distintos valores que nos rigen; porque queramos o no lo que antes fascinaba a los jóvenes, hoy es una cosa más de todos los días. “La deformación (referente a las películas futuristas) es el último paso, el primero consistía en que se articulase como una posibilidad basado en el modo en que nos conducíamos históricamente. Más que deformaciones: resultaban proyecciones.”
En este capítulo del libro, a pesar de ser entretenido, mencionaba lo que muchos autores más ya han tratado: la pérdida de la identidad humana, como tal.
El siguiente capítulo es uno de los temas que se deberían de profundizarse más, no por el autor, sino por la gente que lo lee y lo trasmite. La deformación del cuerpo para conseguir el hombre o la mujer perfecta. Es más que una situación muy “sobada”, es la manera de decirnos que algo malo está pasando en el momento en que decidimos ir contra natura y consideramos que lo artificial y ajeno supera en belleza a lo que nos corresponde. Me agradó la comparación que hizo con Frankestein porque lejos de ser una broma o algo simpático es una manera grotesca de ver la nueva estética humana; nada es nuestro, no somos más que una compilación de cuerpos ajenos, un deseo de dar vida a lo que no pertenece a la vida.
Utilizando al cuerpo como un instrumento más, damos un salto a la pornografía. Empezando con la idea de que todo debe permanecer en el ojo público, vamos recorriendo el mundo actual de la pornografía, que a mi forma de ver está llegando a un estado tan crítico que la televisión nos la presenta a diario y en todo horario para decirnos, vive tu sexualidad, a fin de cuentas lo que el ser humano haga es muy natural.
Pero tal como lo expone Bares, la pornografía es lo opuesto a la realidad “Con la pornografía sucede al revés: cuanto menor es la elaboración, más alejada se encuentra de la realidad…pese a su dramatismo intrínseco, las imágenes se ven fofas, lentas, carentes de la emoción a la que el cine nos ha acostumbrado” y de ahí podemos determinar que es el sexo y el placer, no el amor lo que nos está dictando.
Debido a este libertinaje el hombre esta yendo a lugares en los que, de salir mal (que es lo más probable), no hay regreso. Las fiestas rave es una de los ejemplos más naturales para nosotros los jóvenes, fiestas donde las drogas son parte obligatoria del menú y el cuerpo se entrega a un estado de euforia que no ha experimentado, es hoy en día una práctica cotidiana dentro de las ciudades cosmopolitas, y lo peor de todo es que lo están transmitiendo a aquellas que, aunque no sean tan grandes, absorben las nuevas tendencias y muchas veces de maneras mayormente erróneas.
La humanidad se pierde conforme transcurre el tiempo. El cuerpo se convierte en objeto de deseo y manipulación, en algunos casos hasta en comida.
Regresando a la referencia inicial de Bares a los libros donde el hombre se transformaba en un ser grotesco o en una especia minimizada, vemos que muchos autores hablan de los caníbales como esos engendros del mal que gustaban de comer la carne humana; hoy, sólo mencionando los caso de México, todos recordamos al poeta caníbal que cenaba a sus novias o a Gumaro de Dios que después de asesinar y comer a varias parejas sentimentales terminó en la cárcel contando sus anécdotas y costumbres alimenticias sin una pizca de remordimiento.
Este libro me gustó por el excelente manejo de las palabras, es una enseñanza de manera ligera que no nos va a aleccionar sobre la vida diciéndonos que todo aquello que hacemos es tan malo y condenable como cometer un homicidio, no. Nos va a decir que cuando se nos presente la ocasión, debemos saber elegir por aquello que mantendrá la integridad global e individual.
No debemos ser uno más del montón que se deja guiar por la ética ambigua de la sociedad de la mass media, debemos de aceptar que algunas prácticas del pasado se hacían para impedir este desenfreno y libertinaje en el que estamos sumergidos.
Ser libre no significa violar, incluso, los códigos de la moral humana. Para proteger nuestra libertad debemos respetar las decisiones del otro.
La pregunta aquí no es ¿Qué tan lejos estamos de nuestro cuerpo? Sino ¿Qué tan lejos estamos de nuestra alma y nuestra calidad como seres humanos?
Porque para ser humano no basta ser un ser viviente.